He metido mi lengua
entre los sapos gigantes
sabiendo de la cortedad
de la palabra
al no alcanzar con ella
la abeja reina para tragármela.
He saltado sobre los
fonemas escritos
en las alas de los ángeles caídos
sin posible lectura.
He iniciado un poema
desnudo de primaveras
con huellas de barro sobre su nieve
que ya no es blanca ni hermosa
que ha parido demonios
jugando a fundir las luces
prendidas en la imaginación.
He callado la boca de la noche
con un beso de sátiro
mordiendo su deseo
con los dientes del mío.
He jugado a ser dios parando la lluvia
a un centímetro del suelo
las gotas suspiraban queriendo darse
el asfalto queriendo recibirlas
y un rayo me ha cruzado la cara
castigando mi impertinencia.
Cae la cortina del sueño
sobre mis párpados
pesa el pensamiento
me abandona al borde de un precipicio.
Mueren las olas
contra las verdes fauces de las rocas
llamando el marino sonido al albatros
que vuela bajo en busca de alimento.
Despeñados se pudren dos viejos pelícanos
que no supieron bailar al ritmo del hambre
Queda un ala con dos plumas
meciéndose entre las olas.
El resto es resto
el poeta se duerme
mientras la noche llora
su traje desgarrado.
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