Nadie le dijo que éramos gentes
condenadas casi siempre a vagar solas
con miedos guardados en los bolsillos
apretados los puños
temblando las rodillas
disimulando el rictus
transformándolo en una sonrisa irónica.
Hoy lo ha sabido y ha llorado.
Ha llorado el descubrimiento
de alguien tan débil, tan frágil
tan precisada de amor
tan llena de miedos
tan humana como el reflejo
en el agua donde ella
cree pese a saberlo
que no es ella.
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