en la punta de un dedo
Al cielo
lo he guardado
en la caja de costura
esa llena de hilos
de noches perdidas
llorando a un amante
que nunca nos amó
de agujas sin enhebrar
para coser las mentiras
a sus bocas
el sexo que atrapó
al sentimiento
ahogándolo con una apretada
vainica en hilo azul
con reborde blanco.
Me caben las montañas
envueltas en este pañuelo
de indiferencia
que meto descuidada
en mi bolsillo
harta de estar harta.
Me sobran dos universos
cuatro soles
veintisiete dioses
y treinta millones de parásitos
tirados en el suelo
haciendo flexiones.
Me cabe todo
en los bolsillos
todo
menos la mirada triste
de tus amados ojos.
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