Me derroto a mi misma
cuando mi fantasía
se rasga el vestido de noche
y las perlas grises de su collar
caen rodando por el suelo de la realidad.
Me derroto cuando lloro
mientras escribo algo que nace de dentro
que me lleva de la mano al teclado
dictándome aquello que relato.
Y se, que nada de cuanto digo es tan solo mío
Me duelo entera
clavo los codos en el suelo
de mi fragilidad, de mi impotencia
masticando el cansancio de encontrar
al pájaro herido
casi muerto entre mis manos.
Y no hay aliento que salga de mi boca
no hay palabra, ni gesto, ni amor que valga
cuando el dolor se posa en el alma herida
mirándote con cinismo
enseñoreándose de su maléfico poderío.
Me derrota este cansancio
de ver llorar al otro, que es tan yo
como yo misma.
de no poder alzar su dolor, sobre mis hombros
Me ha cansado la vida
me ha dejado sin fuerzas
lejos e impotente frente a una angustia
que quisiera mía, en el último tramo de mi vida.
Me derrota la usura
que no me quita la fuerza de mi amor
restandome en mis brazo, la de mi vida.
Coartada falaz, el rumbo de la eximia soledad que se sabe causada, y que tiene marcada sin rencor la estela insuficiente del amor, porque el tiempo en cual nave atroz, se dirige con rumbo y sin buen mapa, hacia un lugar dispuesto para atarnos, pero nunca llegamos, ningún amor es eterno por que no lo es el tiempo...Bello, Mabel, triste...Yo también te extraño...Abrazos..
ResponderEliminarSe extraña la complicidad, Milord...lo eterno que efímero es. Un beso
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