Entré en su laberinto buscándola
rompí mis pulmones gritando su nombre
me oyó vocear.Recorrí una a una las calles
perdiéndome entre extrañas señales.
Me arañaron las voces despectivas
que no eran suyas aunque la imitaban.
La serpiente quiso engañarme
tomando forma de inofensivo gusano
reconocí su voz y la pisé con asco
haciéndola reptar bajo el verde
de las ramas y el marrón del suelo.
Sentada traté de dominar el dolor
en un pasillo de setos amarillos.
Mi corazón quiso salirse de mi pecho
abrir las ventanas de mis costillas
pasear por la orilla del mar tranquilo
de nuestros besos.
Estaba en tormenta cruzada
las nubes de mis ojos llovían lágrimas
con su nombre escrito.
Oí sus gritos, cada gemido mayor al anterior.
A gatas volví a buscarla
la encontré bajo el seto rojo
escapando de los dientes
de un monstruo sin nombre.
Se abrazó a mi cuello
vi que en el suyo brillaba
la llave de su alma.
Esa que la metió en el dorado caos
y siempre buscó en otra parte.
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