Hay aves negras
en los cables que bordean
la carretera de mi vida
aves que forman una letanía
de carroñeras imágenes.
Graznan cuando me ven
y alzan el vuelo
intentando desgarrarme
con sus garras manchadas
de otras sangres ya secas.
Hay jirones momificados
de mi piel
entre sus uñas
pero ya crecieron en mi espalda
nuevas pieles tapando huecos
dolorosos.
He salido de
entre las alambradas
de campos concentrados
en mi propio dolor
y sigo de pie
a mano limpia
a corazón abierto
en la celda,
ya sin alambre.
He llorado
moqueando la soledad
sin que nadie me alargase
un pañuelo de cariño
ni una frase de consuelo
cuando más huérfana estaba.
Hay aves negras
en los cables que bordean
la carretera de mi vida
aves que saben de mi destreza
para estrangular sus cuellos.
Duro aprendizaje
piel a pluma
cuello a garganta
graznido a grito
y finalmente
sus cuerpos sanguinolentos
en mis manos
y el grito animal
emergiendo de mi garganta
sin otro dolor que
el vómito
de mi conciencia.
mabel escribano
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