Canturreo un blues
sumergiéndome
en el azul helado de
los bloques del orgullo.
¡Ay...!
si mis manos
alcanzaran las teclas
de ese piano
si pudieran acariciar
negra o blanca
corchea
semi corchea
fusa, semi fusa
y confusa el alma
dejase de llorar
en un soliloquio
absurdo.
Sinfonía sudorosa
de un músico loco
que ignora el pentagrama
escribe notas
sobre los pulsos
de sus sienes.
Los latidos de su corazón
y el ritmo de ese reloj
escondido en el alma
grotesco y malvado
que se mofa de el
restandole tiempo
al tiempo.
Abandonadas sobre
los atriles duermen
partituras ilusionadas
inicios de sinfonías
que no fueron
que no son
ni serán.
Y el músico mira
el aforo del público
lleno de un vacío
inusualmente solo
saluda a quienes no están
e inicia sin batuta
un concierto mudo
que resuena en mi cabeza
reventando mis oídos
dejando en un pozo
de silencios
a mi alma.
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