Que no hay espejo
para mirarme
en tu habitación
que lo troceó la muerte.
Dejo mis brazos caer
en la derrota
porque hay recuerdos
reflejados
en cada trozo
de ese cristal
que no me pertenece.
Mi luz oscila
también en el recuerdo
en un pequeño faro
cerca del fin del mundo
donde tus ojos reían
sin imágenes
en un presente
transformado en pasado
ahora que llueve
en tu casa y un sol mortecino
brilla en la mía.
Que no hay espejo
para mirarme en tu habitación
llena de muertos vivos
y de memoria de un amor
que pudo tenerte abrazada
más tiempo que el mío
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