Nadie había venido a decirme
cual era el camino de la vida
Estuve esperando hasta que
el frío me caló el alma.
Aterida la resguardé en mi corazón
tiritando de miedo en la penumbra.
Nadie paró su marcha
ninguno de los buenos samaritanos
preguntó por mi llanto
todos tenían prisa por llegar
a un pesebre donde nadie les esperaba.
Porque no eran reyes
ni príncipes
ni banqueros
ni tenían
ni plantaban
ni mucho menos
recogían para ofrecer
otra cosa que la nada.
Se metió una piedra en mi zapato
una piedra que no quiso irse de mi
se acostumbró a dormir en mi dolor
sigue ahí esperando que me levante
para corretear entre mi piel
dolor punzante de sus aristas.
Voló una hoja cayendo a mis pies
aviones de papel blanco
revoloteando antes de caer plano sobre plano
anuncio sobre el lomo blanco
“¿Para qué esperas?
¡Para vivir la vida!
Me duelen las manos de tenerlas abiertas
esperando las suyas
pero no me muevo
La veo llegar
viene llorando, corriendo hacia mi
llora mi dolor
y me calienta
y me conforta
y me besa
para que sepa a que saben los besos
del amor
y dice que me ama
y se que me ama.
Me duelen las manos
si retira las suyas
me quita la piel
me estira la carne
me arranca los músculos
las meto en mis bolsillos
para que no las vea
si no las necesita para que la acaricie.
Ella ha venido a decirme
que la vida duele
y besándome me ha curado el dolor
mientras la piedra asustada
ha saltado de mi zapato.
Mabel Escribano
Derechos Reservados
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