Ni tan siquiera el rastro de tu boca
aún presente en la mía
ni el camino a tus ojos
donde escribes amor y deseo
ni el remanso que
me ofreces de tu cuerpo
ni esa voluptuosa manera
de sonreírme
que hace explotar mi alegría
me quita el amargo sabor
de esa noche
en la que he vi
nadar tus ojos en lágrimas
desbordarse ríos
por las laderas de tus pómulos
sabiendo que
era yo
que tanto te amo
el motivo de tu llanto
Mabel Escribano
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